Érase una vez en La Plata, en un tiempo antes del iphone y de Facebook cuando los los bananas aun dependían de fotoblog y no de instagram para alimentar su narcisismo, recuerdo como la juventud se congregaba en las esquinas del centro, todos segregados en sus características tribus urbanas, sea ya en los ventanales de los bancos, las escaleras de los edificios públicos o simplemente las plazas y centros culturales, se veían los grupos de gente socializando al aire libre, compartiendo hobbies, regalando fancines algunos vendiendo artesanías en las calles peatonales, los grafitis y las firmas cubrían las paredes, ocasionalmente siendo cubiertas por el afiche de alguna banda under que tocaba esa semana, las anticipadas siempre disponibles en tu disquería metalera de confianza.
Las comiquerías estaban lejos de estar en su auge pero ni cerca de la decadencia desolada del año corriente, aun había prosperidad, el edge de los 90 todavía no se había perdido en la mariconada pozzera que vino después
Los árcades, si bien siempre vinieron cayendo desde mediados de los 90, tuvieron una última inyección de vida cuando se popularizaron las máquinas de dance dance revolution y todavia se formaban mini torneos de gana/sigue en las máquinas de KoF o Marvel vs Capcom
Recuerdo ir a cientos recitales punk/death/hardcore y demás ramas del árbol genealógico metalero que son poco más que una bola de ruido
Recuerdo los antros mugrosos e insalubres, muchas veces poco más que casas abandonadas, donde se metían a la fuerza cientos de pendejos vestidos de cuero y tachas en un área poco más grande que un cubículo de oficina en donde se hacía tanto pogo que lo detectaban los sismógrafos de Chile y se garafateaban los cielos rasos quemándolos con el fuego de las bengalas , nunca faltaban los borrachines rancios que a veces el patova tenía que patear fuera del boliche, como tampoco faltaban los rancios con la cara pintada a lo Kiss headbangeando en frente de un bidón de gasolina prendido fuego (de esos que explotan de un tiro en los FPS o te dan un pollo al espiedo en los beat’em ups)
fast forward solo un par de años, la negrada rollinga de cromañon nos cago los conciertos a todos, no podes tocar tres acordes en ningún lado o juntar a más de 10 personas sin que caiga la yuta a clausurar y confiscar todo, los celulares convirtieron a todos en zombies incapaces de mantener contacto visual con otra persona si no es atreves de una red social, Los últimos árcades finalmente murieron como los videoclubs, arrinconados entre los emuladores y los cybers, las comiquerías y disquerías apenas seguían a flote muchas recurriendo a vender remeras o muñequitos para mantenerse a flote, la sequía de buena música o buenos comics fue lo que dio el golpe de gracia, los punks, alternos, metaleros, etc que rondaban las calles por las noches yendo de recital a recital fueron desplazados por los electromanos, una parva de chetos que solo “van a bailar” para ponerla y usan ese ruido espantoso al que llaman música como un frente para la venta y consumo de anfetas, y lo más triste de todo es que la ciudad ahora esta enjaulada con todos los edificios públicos enrejados, con cámaras Orwealians en tantas esquinas que hasta Sauron se sonrojaría, aun si la pendejada quisiera salir a disfrutar su juventud como yo la disfrute, no podrían, ya ni siquiera se arman fiestas en la calle, ni se queman muñecos a fin de año, ni fuegos artificiales, ni nada, es una ciudad gris y fría carente de alegría y todo esto incluso antes de el (((aislamiento social obligatorio)))
Tengo apenas 35 años, soy muy joven para sentirme como Abraham Simpson