Camila:
Cuando estaba por mandar todo a la mierda, apareció Camila. Sentí que ella podía ser la luz dentro del oscuro túnel por el cual estaba atravesando. Ella era una mujer. Mujer en el sentido de que tenia sexo femenino, pero aun no lo era. Tenía tan solo trece años y sentí la responsabilidad de hacerla mujer y mía, completamente mía.
Camila medía 1,60, pelo castaño, melena, no muy inteligente, pero levemente madura. No tenía opinión propia. Si yo le comentaba que me gustaba el chocolate, a ella igualmente le encantaba. Si le mostraba un nuevo grupo musical, ella de forma inmediata lo transformaba en su nuevo gusto y obsesión. Esto no me molestaba, al contrario, era sumamente cómodo.
La primera vez que la vi fue en abril, la fui a buscar a su colegio. Fui 30 minutos antes de su salida, de esta forma podía disfrutar mi vista. Vi salir a muchas jóvenes, niñas con cuerpo de mujer, pero en sus rostros expiraban inocencia, esa inocencia que deseas arrebatárselas para mostrarle el mundo miserable en el que están viviendo.
Llego Camila hacia mí, tenia un excelente lejos, pero al verla siempre sentí que podía ser más atractiva. Había algo en su rostro que me molestaba.
Ella quiso besarme en la boca y yo accedí. Sus amigas me miraban extraño, como si estuviese cometiendo un delito, o si tuviese mal olor. Si se llegaran a enterar de lo que podría hacerles, no me mirarían de esa manera.
Camila me suplico mostrarle el mundo con mis ojos, me exigió hacerla mujer. Ella me aseguro de que me haría feliz y que todos mis problemas se solucionarían una vez que fuésemos uno. No pensé en las consecuencias, tampoco en el daño que podía provocar en mi el acceder a las peticiones de una preadolescente. Así que accedí.
La lleve a mi cama, la bese en su cuello, blanca como la leche. Ella estaba nerviosa, así que la abracé y le dije que la iba a tratar como a un pétalo de rosa. La muy estúpida me creyó.
Puse su mano en mi sexo, ella me comento que estaba grande. Hice palpitar mi sexo y ella decidió conocerlo. Le dije que si quería verlo más grande y me dijo que sí.
“Abre la boca”, le comenté. Curiosamente, sabia hacerlo y muy bien. Aunque a veces me topaba mi sexo con su boca pequeña y dolía, pero era demasiado placentero.
En un momento de furia y descontrol -de mi parte- la voltee de forma brutal, tome sus brazos pequeños y los agarre fuertemente. Besé su sexo, tibio y jugoso como un mango maduro.
“¿Quieres ser mi mujer? ¿quieres que este pene de hombre adulto penetré tu pequeña vagina?”. Le pregunté.
No escuche respuesta alguna.
Con fuerza penetré su sexo. Sentí como se abrían las carnes, como mi pene forzaba a abrir las paredes de su pequeña vagina. Ella gritaba, sollozaba y me pedía que parara ¿Por qué debería parar si ella accedió a succionar mi pene? Ella pidió y me solicito hacerla mujer.
Después de 10 minutos, ya no lloraba ni sollozaba.
La di vuelta y pensé: “Ahora debes hacerla sentir amada”. La abracé y le dije que había sido el mejor sexo que había tenido. Ilusa, estúpida e ingenua, creyó todo.
Me dijo que me amaba, que sería su único hombre. No escuche sus estupideces. Solo pensaba en que debía ir a lavarme e ir a dejarla al metro. Me tenía harto.
Mientras ella me hablaba, me sentí mareado, desorientado, la miré fijamente, pero no podía. La habitación se estaba moviendo de forma intermitente, mis manos temblaban. Desde la universidad no me sentía así. Recordé que mis viajes con LSD eran así. Traté de pararme, pero no pude. Camila no tenia el mismo rostro, se parecía a Laura, a Helena y a Marcela. Era hermosa…Quería tocarla y hacerla mía, por fin una mujer que sea de mi agrado…
Intenté tocarla, pero se desvanecía su rostro. Su voz cada vez era más lejana…
Desperté de forma abrupta. Eran las 5:00 AM, estoy en mi silla, al frente del computador, completamente desorientado. Mis pantalones y calzoncillos están mojados y tengo mucosidad masculina en mis manos y piernas.
¿Qué pasó? ¿qué sucedió? ¿Camila, dónde estás?
Me levanto y voy a buscarla por toda mi casa…Se levanta mi hermana por los ruidos que realizo al tratar de buscarla. Me dice que, si estoy bien, no le respondo. Me dice que por favor me calme.
Me siento y me dice que está preocupada, porque hace tres días que no salgo de mi pieza y que nuestro papá está preocupado.
“¿Ahora está preocupado por mí? Es bastante tarde”. Le comento enojado
No seas así. Se preocupa por ti, solo que no lo ves. Me comenta, con esa típica voz maternal.
Me aburrí, no sé cómo terminar el capítulo. Perdón por la redacción, pero hace más de dos años que no escribía tanto.