>Daniela (41). Cuando tenía 21 años iba manejando sola a la universidad cuando en un semáforo, un hombre de unos 50 años, se metió a su auto. La apuntó con una pistola, le desencajó la mandíbula de un golpe y la hizo manejar kilómetros hasta una cabaña donde los esperaba otro hombre, que hizo de observador. Ahí, tirada en el piso, le pegó, le bajó la falda, la violó anal y vaginalmente, metió la pistola en su vagina y la roció con yogurt. Luego de casi una hora, la obligó a manejar con él en el asiento del copiloto hasta el centro de Santiago. Antes de bajarse, el hombre le robó un cassette y le dijo: “Lo voy a escuchar para acordarme de ti, porque eres muy bien portada”.
>Para Javiera (25) ha sido un poco al revés. Después de la violación, su vida social y sexual, en vez de disminuir, aumentó. “Por suerte nunca me pasó que no me pude meter de nuevo con un hombre. Como me sentí tan instrumentalizada, quizás de forma inconsciente yo también quise instrumentalizar mis relaciones sexuales. De chica tenía un pensamiento muy conservador, pero cuando pasó esto ya me sentía empoderada con mi sexualidad y no dejé de sentirme así. Este año incluso he tenido más deseo sexual que otras veces”, dice.
>Hace unos meses, su jefe en el bar donde trabajaba como garzona la invitó a su celebración de cumpleaños en el mismo bar. Asistió con el resto de sus compañeros de trabajo. La fiesta era con barra abierta y en un par de horas Javiera estaba completamente borracha.
>Tiene lagunas mentales, pero esto es lo que recuerda con claridad: bailó con su jefe un rato y de pronto estaban conversando en la cocina, él vestido y ella sin ropa, apenas manteniéndose de pie. “Me empezó a penetrar. Yo estaba raja. En un momento en que tuve un poco de conciencia le dije que saliera. Yo estaba sangrando, él miró con asco y se fue. Me caí inconsciente al suelo sin nada de ropa y llena de sangre”, relata. Dice que 45 minutos más tarde, la encontró una amiga que la vistió y la llevó a su casa.
>Me demoré como un mes en darme cuenta de que era una violación, porque asumirlo es muy fuerte. Me sentía asquerosa, culpable. Un día tuve una crisis grande en la que lloré mucho y estuve muy mal, pero salí rápido de ese estado. Dentro de todo me lo tomé bien. Era un periodo de mucha movilización feminista y me empoderé más después de la violación. Esto me ha movilizado para seguir luchando.