Mi padre se murió de cancer. Sus muchos amigos lo tenían montado en un pedestal: era super culto (recitaba poemas largos a memoria) y sabia ganar plata (nunca nos faltó nada), fue un militar muy condecorado, jugaba beisbol muy bien, era sumamente generoso con sus amistades, socios, subalternos y dependientes, tenía un gran sentido del humor y una labia incomparable, era carismático y tremendo galán (jamado, moreno claro, ojos como ébano brillante). Era un tipo perfecto.
La verdad es esta: apenas se iba el último invitado o huésped de la casa sacaba primero la botella de vodka, después la correa y por último lo que tuviese al alcance para pegarnos. Le pegaba mucho a mi mamá, y luego a nosotros por tratar de defenderla. Una vez, en un paroxismo de arrechera etílica, nos violó a todos, a mi, a mi madre, a mis hermanas y a hasta a mi hermano. El momento mas triste de mi vida fue ver a mi hermanito llorando mientras la leche de mi papá se le salía por la nariz y él lo humillaba y le decía: "te gusta la leche de paaaapi ¿noooo? mariquiiiiito!"
Cuando lo hospitalizaron, la casa se sintió por primera vez como un refugio, sin gritadera ni palizas, el ambiente cambió radicalmente. Mi madre nos dijo: "antes odiaba a esta casa, ahora no me parece mal". Apenas volvió del hospital se acabó la paz.
El día que murió lloramos de felicidad. El día del funeral le di bolsitas de cebolla picada a todos para que no fueran a creer que lo hubiesemos matado. Aun así ninguno de nosotros derramó una sola lágrima.
Me llamo Rosinés y mi padre murió el 5 de marzo del 2013.